CARTA SOBRE 'LA FILOSOFIA A LA HORA DEL CONCILIO' *

Jacques Maritain

(Carta dirigida a Jerzy Kalinowsky y Stefan Świężawski el 20 de agosto de 1965, con motivo de la aparición de su libro 'La Philosophie à l'hueure du Concile'. Los autores – destacados filósofos polacos, fundadores, junto a Karol Wojtyla y Mieczyslaw Krapiec, de la llamada Escuela Tomista de Lublin – dedicaron ese libro a los grande filósofos tomistas del siglo XX Jacques Maritain y Etienne Gilson.)


   Vuestro libro es un testimonio tan valiente, oportuno, amplio y luminoso de la verdad, y de tan alta calidad intelectual, que les doy gracias de todo corazón a ambos por haberlo escrito y Dios por haberlo inspirado.

   Qué golpe de fortuna que haya aparecido justo antes de la última sesión del Concilio. Y el hecho de que sea un diálogo, un diálogo entre dos filósofos laicos eminentes, y que estos dos filósofos sean hijos de la querida Polonia, no puede dejar de hacer más evidente su valor universal y de añadir a su autoridad.

   Ayudará, estoy seguro, a debilitar el prejuicio desastroso que une "tomismo" y "conservadurismo" en ciertas mentes (tanto adversarias como defensoras a su estilo de Santo Tomás). También ayudará a forzar, a los que entre los padres conciliares sueñan con deshacerse de Santo Tomás, a reflexionar un poco y evitar lo peor.

   Sin embargo, a menos que un aliento extraordinario del Espíritu Santo pase sobre el Concilio (que siempre es posible), tengo serias dudas de que cualquier declaración positiva del Concilio logre, de hecho, el deseo que ustedes formulan en términos admirables en la conclusión, donde dicen: (p, 171) que la Iglesia debe recordar, no sólo a los cristianos, sino al mundo entero, que la salvación de la cultura humana en su totalidad depende de no perder nunca de vista la importancia de la sabiduría metafísica, de la filosofía del ser, y por lo tanto de la obra de Santo Tomás "el último gran metafísico de la humanidad que nos ha dejado tan admirable ejemplo de la contemplación del ser."

   Pero, como ustedes indican en sus precisos análisis, en la tercera parte del libro, incluso un "fracaso del Tomismo", si Dios lo permitiese, "sólo sería un avatar más en sus siete siglos de vieja historia" (y finalmente, tal vez no sería más que un reagrupamiento momentáneo como preludio de un nuevo y más vigoroso avance).

   Esta carta se convertiría en un volumen – ¡una repetición del vuestro! – si tratase de decir explícitamente y en detalle cuán de acuerdo estoy con ustedes en todos los grandes temas que tratan y en todas las grandes perspectivas en que ustedes han tomado posiciones. Debo limitarme, por tanto, a unas cuantas observaciones o comentarios en los márgenes de vuestro texto, sobre ciertos puntos que me llamaron la atención con fuerza particular.

   Me gusta mucho lo que dicen sobre la pluralidad histórica de las filosofías y de la unidad esencial de la filosofía – esto me parece fundamental. El error de muchos hoy en día (de mi amigo Etienne Borne, por ejemplo) es creer que existe un pluralismo necesario de jure, como si ninguna doctrina fuese capaz de ser "verdadera", es decir, lo suficientemente bien fundada como para crecer en la verdad (no sólo por sí misma, sino también sacando provecho de otras doctrinas). En realidad, se trata de un pluralismo de facto que, dada la naturaleza humana, es inevitable. Ese "tomismo" puede que no sea sinónimo de "philosophia perennis" en el sentido en que ustedes hablan. Pero ¿no podría decirse también que el tomismo es la "philosophia perennis", en cuanto doctrinariamente organizada, a fin de asimilar sin cesar las verdades presentes en otras filosofías que, aunque menos completas, están más dispuestas a descubrir algo nuevo, en lugar de llevar a cabo el trabajo de integración en la verdad?

   "Todo cristiano es un teólogo así como cada hombre es un filósofo" (p. 70). ¡Que cierto es esto! Pues ilumina con una luz indispensable la "promoción del laicado", de la que tanto se habla hoy día, y con razón, sin duda alguna, pero con la condición de significar, sobre todo, una llamada a los laicos a la plenitud de la vida cristiana, y en primer lugar en el orden de la inteligencia y en el orden de la contemplación. Mientras que para muchos parece significar una simple llamada a la acción temporal cristiana, algo que podría terminar en un nuevo tipo de clericalismo, en el que, no ya el príncipe o el Estado, sino los laicos en su conjunto, se convertiría en el instrumento temporal de un clero convencido (al menos subconscientemente) de lo que Conrad de Megenburg expresó de una manera tan sabrosa: "Genus laicorum est populus ignarus… Debet regi a cler, quoniam sapintis est regere" ("La familia de los laicos es ignorante… debe regir la regla del clero, porque esa es la regla sabia").

   Me parece que lo que ustedes dicen de la primacía de la intuición o contemplación del ser existencial caracteriza exactamente lo que el tomismo es en su esencia. Esto implica una propiedad distintiva (y más visible a los hombres), que me gustaría llamar la apertura del tomismo a cada realidad, dondequiera que se encuentre, y a toda verdad, cualquiera que sea su origen. En este sentido, el tomismo es la única doctrina que no es el trabajo de un hombre, sino de todas las generaciones humanas, una obra que ha tomado poco a poco su forma organizada, gracias a genios como Aristóteles y Santo Tomás, y destinada a crecer indefinidamente. Mientras que cada doctrina "moderna" aparece como la doctrina de un solo hombre, cerrada en sí misma y excluyendo (en lugar de asimilar progresivamente) los elementos verdaderos presentes en otras doctrinas.

   Otra observación se refiere a lo que ustedes dicen con toda razón (p. 139) de las intuiciones filosóficas de Santo Tomás. La desgracia de la enseñanza escolástica ordinaria, y por encima de todo de los manuales, ha sido, en la práctica, la negligencia de este elemento intuitivo esencial, y su reemplazo desde el principio por una pseudo-dialéctica de conceptos y fórmulas. Nada se puede hacer mientras el intelecto no ha visto, mientras el filósofo, o el aprendiz-filósofo, no ha tenido la intuición intelectual del ser. Desde este punto de vista podría señalar el valor pedagógico de un año de iniciación en la filosofía centrada exclusivamente en la necesidad de conducir la mente a la intuición del ser y a aquellas otras intuiciones fundamentales que son la vida de la filosofía tomista.

   Por último, existe una cuestión particularmente delicada que se destaca en las preocupaciones de muchos de los padres conciliares. Viene del hecho de que la filosofía es esencialmente una obra de la libertad, y que ninguna doctrina humana (y este es el caso de la teología misma, a pesar de que tiene sus raíces en la fe) se puede imponer en la mente por el Magisterio de la Iglesia.

   Sin embargo, la Iglesia, esa Persona colectiva suprema que es el Cuerpo Místico de Cristo, es ciertamente libre de adoptar de preferencia, para el progreso de su propio pensamiento, una filosofía y teología (que son ciencias humanas). Y también es ciertamente libre de declarar esta preferencia, por la voz del Vicario de Cristo, con la misma libertad que una persona humana particular está facultada para adoptar preferentemente la doctrina que tiene por más verdadera, y declarar públicamente esa preferencia.

   Pero, ¿cómo habría de hacerlo mejor para la Iglesia declarar su preferencia por la doctrina filosófica y teológica de Santo Tomás de Aquino y tratar de compartirla con sus fieles, en especial con aquellos que tienen el mandato de enseñar? Nada menos que con las mismas exigencias de la verdad de la fe y del mantenimiento del depósito revelado que en sus manos tienen el poder decisivo para obligar a los espíritus; pero estas exigencias no se pueden invocar en este caso.

   Por lo tanto, sigue siendo el mejor vehículo a utilizar por la Iglesia no apelar a la obediencia y docilidad, sino a la libertad de espíritu y a la dedicación a la verdad. ¡Ella se dirige con urgencia a todos los que tienen oídos para oír, y declara en voz alta la necesidad de la tradición viva del pensamiento de Santo Tomás que sigue desarrollándose y progresando de edad en edad!

   No importa que su llamado no sea escuchado por todos, o incluso que no sea entendido por la mayoría. Es esencialmente importante que sea escuchado por unos pocos y, ciertamente, ser escuchado por unos pocos sería lo suficientemente grande como para que la antorcha pudiese continuar pasando de mano en mano.

   Esta es la gran reversión que me parece deseable, en el orden de los medios elegidos para promover a Santo Tomás, hecha por los espíritus en un ambiente de libertad, en lugar de ser impuesta con autoridad disciplinaria.

   No tengo ninguna simpatía particular por el Canon 1366-2, que requiere que los profesores traten los temas filosóficos y teológicos en relación a la doctrina y a los principios del Doctor Angélico. Sin embargo, dado que este canon existe, está claro que sería deplorable buscar su derogación, porque esto daría lugar a los peores malentendidos y parecería negar la preferencia de la Iglesia. Pero se podría interpretar este canon como la expresión de un deseo.

   Me estoy refiriendo mucho más a la investigación que a la enseñanza. ¿No sería mejor explicar a los profesores que no deben confundir su investigación con su enseñanza y que, en la teología, especialmente, si no han visto la verdad del Tomismo, deben ser fieles, al menos, a esos principios y esas grandes verdades formuladas por Santo Tomás, pero que son "supra-tomistas", y que el Magisterio ha hecho propias? Ahora, si se sintiesen incapaces de esto, deberían buscar empleo en alguna otra profesión que la enseñanza.

   Así, pues, no olvidemos que, como decía Platón, "las cosas bellas son difíciles". Dada la naturaleza humana y el pecado de Adán, no es posible imaginar que todos los profesores de filosofía y teología experimentarán la intuición del ser y, volviéndose hacia Santo Tomás, percibirán en sus ojos la luz de la verdad. Sin lugar a dudas, los que reciben este regalo siempre serán un número relativamente pequeño. Lo más importante es que ellos estén allí y que den testimonio.

   Y de inmediato surge otro problema. Todo lo que ustedes han escrito, con tanta competencia y fruto de una experiencia iluminadora acerca de la necesidad de una reorganización profunda de la enseñanza de la filosofía (y la teología) en las universidades católicas (la importancia de los seminarios, etc), está justo en la marca. Pero si lo que acabo de decir es correcto, hay que añadir que, en lo que respecta a Santo Tomás, en particular, la perspectiva de la organización oficial de estudios, por indispensable que sea, sigue siendo insuficiente. Un papel crucial también debe concederse a las iniciativas libres, que, por serlo, no entran en un plan de estudios que sea apto para todo el mundo, sino que, debido a que responde a las necesidades profundas del alma humana, pueden ser llevadas a cabo por ciertas personas (sacerdotes y laicos) y por ciertos grupos.

   Déjenme darles un ejemplo. Muy recientemente un pequeño grupo de estudiantes de la Sorbona pidió a nuestro amigo Olivier Lacombe introducirlos, con algunas conferencias privadas informales, al pensamiento de Santo Tomás. Estas charlas resultaron muy buenas y sin duda deben fomentarse y desarrollarse. Este es el tipo de iniciativas libres de que hablé. Y es importante señalar aquí que es a petición de los estudiantes que todo el asunto se puso en marcha – el alma cristiana tiene una sed de la verdad filosófica y teológica que un día u otro la dará a conocer por sí misma.

   Si queremos impulsar aún más estas consideraciones, me parece que tendríamos que añadir que la labor realizada por Santo Tomás, y los regalos que recibió, son el mayor don carismático que Dios ha concedido a su Iglesia. Y hablando en términos más generales, el hecho de que la inteligencia humana produce, ya sea obras de la verdad en la filosofía y la teología u obras de la belleza en el arte y la poesía, elevadas por los regalos de lo alto, pueden ayudar a las almas a entrar en las profundidades de la vida sobrenatural, lo que supone dones carismáticos de mucha mayor importancia que el don de las lenguas o incluso el de curar a los enfermos (y estos son los regalos, que al igual que todos los dones carismáticos, vienen sin haber pedido permiso, y que procuran a quienes reciben algún tipo de participación en ellos una oportunidad privilegiada para sentir su propia miseria incalculable, aceptar golpes y ser obligados a abrazar la Cruz). Esta cuestión del carisma que hemos planteado es muy real, aunque va en contra de la manía organizacional de nuestra era tecnocrática.

   Evidentemente, estos carisma debe estar sujetos a algún tipo de control por el Magisterio de la Iglesia. En particular, las iniciativas libres entre los tomistas, que la Iglesia necesita tanto, deben mantener ciertas relaciones orgánicas con la enseñanza oficial que es de responsabilidad general de la jerarquía. Sin embargo, es un hecho que, en sí mismos, son de otro orden que la enseñanza. Las áreas particulares de la libertad se debe permitir cuando la iniciativa no viene de la jerarquía. No tengo ninguna duda de que en el cielo Santo Tomás tiene un cuidado personal de su doctrina en la tierra (en medio de todos los avatares sobre los que ustedes han hablado).

PS: Todavía hay algunos pequeños puntos de detalle, que espero me permitan mencionar rápidamente.

   1. Ustedes han apuntado correctamente que la insistencia de Gilson en la perspectiva existencial tomista llegó cronológicamente antes de la invasión del existencialismo contemporáneo. Lo mismo se puede decir de mí mismo. Fue en el estudio en profundidad de Santo Tomás que estas cosas se hicieron evidentes a mí, y esto no tiene nada que ver con algún tipo de adaptación a la moda existencialista.

   2. Su severidad con respecto a Cayetano se expresa con un matiz y moderación que me hacen agradecérselo. Ustedes saben que mi posición con respecto a los grandes comentaristas no es la misma que la de Gilson. Ellos están lejos de ser infalibles y, a menudo, han endurecido nuestras diferencias. Reconozco de buen grado las deficiencias graves de Cayetano. Pero sigue siendo mi posición que estas grandes mentes (y especialmente Juan de Santo Tomás – de quien en algunas ocasiones no dudo en separarme) son como instrumentos ópticos muy preciosos que nos permiten ver mucho más claramente cierta profundidad del pensamiento de Santo Tomás (a pesar de que otras profundidades reciben de ellos poca atención).

   3. La Ley Natural. Me parece que sería conveniente hacer un poco más precisa lo que dicen en la pág. 64: "La metafísica es el fundamento de la ley natural, a partir de la ley moral y la conciencia moral ...". Yo creo que la metafísica y la filosofía moral nos ofrecen – y esto es de capital importancia – la justificación reflexiva de la ley natural. Pero me parece importante notar de forma explícita que la ley natural no es una conclusión deducida de la filosofía. Ella es natural en el sentido de que es naturalmente conocida, por un instinto de la inteligencia, en otras palabras, por connaturalidad (de ahí las imperfecciones de sus formulaciones entre los hombres primitivos y el avance constante de estas formulaciones en el curso de la historia humana). Permítanme señalar que éste es un punto que traté de examinar a fondo en mis conferencias (aún sin publicar) de Princeton, 'La Ley Natural es una ley no escrita'.

   4. Ustedes parecen estar diciendo (tal vez yo los he entendido mal) que, dado que la filosofía como tal es, por su propia naturaleza, una obra de la libertad, no hay tesis filosóficas que puedan incurrir en la condenación de la Iglesia. Estoy completamente de acuerdo en que hay quizás mucho mejores medios (¿se encontrarán alguna vez?) que la "condenación" y anatema para poner la mente en guardia contra el error. Esta función de llamar la atención sobre el peligro sigue siendo, sin embargo, necesaria. Y si una tesis teológica puede ser la ocasión de llamar la atención sobre un peligro, ¿por qué no igualmente una tesis filosófica, si alguna de ellas es incompatible con el dogma revelado? No es cuestión aquí de dos ciencias humanas, sino ciencias que tocan en ciertas verdades en un depósito por el que la Iglesia es responsable.

   Permítanme hacer uso aquí de una especie de paradoja de Chesterton. Si tuviera que elegir entre un período en el que, por alguna de mis afirmaciones (ya sea porque fueron erróneas o porque fueron mal entendidas), correría el riesgo de ser quemado en la hoguera, o otro período en que yo podría decir absolutamente todo sin incurrir absolutamente en ningún riesgo, yo creo que el primer período, tan bárbaro como pudiera ser, mostraría más honor a la inteligencia que en el segundo y más importancia a lo que el intelecto ofrece al mundo.

   Por favor, no me tomen por un enemigo de la libertad debido a esta pequeña diatriba. El hecho es que la "libertad religiosa" es absoluta sólo en relación con el Estado .... (Sin embargo, el Estado todavía tiene el derecho de disolver sectas que practican el asesinato, el suicidio colectivo o desenfreno colectivo). En cuanto a la Iglesia, desde el momento en que he optado libremente por su credo, estoy obligado por ese credo, a menos que decida abandonar la fe católica y dejar la Iglesia ...


Transcrito de la versión en inglés del libro póstumo de Maritain
'Untrammeled Appoaches' ('Aproximaciones sin Trabas'),
publicado por University of Notre Dame Press, en 1997.
Traducidopor Angel C. Correa.